House of Sand and Fog (2003), dir. Vadim Perelman
Hasta donde sé, pagar impuestos no es una de las actividades favoritas de nadie. Mucho menos cuando los cargos son improcedentes y sólo se deben a un error burocrático. Lidiar con estos tan terrenales asuntos es una monserga: pérdida de tiempo, largas filas, papeleo, traiga usted cinco copias de cada documento, cuál tenencia si ni coche tengo... Pero si no se realiza esta temible faena y se dejan las cosas como están, todo puede terminar en una gran tragedia. Esta es la dura lección que tiene que aprender Kathy Lazaro, personaje interpretado por Jennifer Connelly en La casa de arena y niebla.
Ex alcohólica, recién abandonada por su marido y alejada de su familia, Kathy despierta un día con la policía a la puerta: su casa será subastada por el gobierno debido a unos adeudos que se le atribuyeron falsamente, pero que no impugnó a tiempo por el estado abúlico en que se encontraba inmersa. Tras consultar a una abogada, la ley le da la razón, pero es demasiado tarde: Massoud Amir Behrani (Ben Kingsley), ha comprado la casa a precio de ganga y en unos cuantos días él, su esposa Nadi (Shohreh Aghdashloo) y su hijo Esmail (Jonathan Ahdout) la hacen más suya de lo que fue en manos de su antigua propietaria. Al pedírsele que venda la casa de regreso al gobierno, para que éste pueda devolverla a Kathy, se niega rotundamente. El ex miembro de la elite militar iraní, aunque trata de aparentar lo contrario, ha perdido todos los lujos y privilegios de su vida anterior al tener que marcharse como refugiado a Estados Unidos, y ésta es su única oportunidad de hacerse de una propiedad con sus pingües ganancias como trabajador en un camino y encargado en una tienda de autoservicio. La negativa de Behrani y la incapacidad del gobierno para ofrecerle otra solución hacen que Kathy declare la guerra contra el que ve como un usurpador y, con la ayuda de Lester (Ron Eldard), policía que participó en su desalojo y con quien comienza un romance, está dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias para recuperar su casa.
El resto de la película es el desarrollo de este conflicto, en el que el desgaste y la violencia se van apoderando de los protagonistas, cuya desventura es causada por el destino, las circunstancias o su mala pata, pero también por las decisiones que toman, unas más equivocadas que otras. Todos parecen estar dando tumbos contra las paredes, cegados por la misma bruma que cubre la casa por la que pelean, producto de su cercanía con el mar.
Prácticamente no hay punto que alegar en contra de este filme: el guión, basado en una novela de André Dubus III --quien recibió un centenar de ofertas para llevar su libro a la pantalla grande--, no tiene un hueco por el que se escape la atención del espectador, mismo que es atrapado por las grandes actuaciones del maestro Ben Kingsley, la prácticamente desconocida Shohreh Aghdashloo y la bella Jennifer Connelly; todo esto orquestado bajo la dirección del ucraniano Vadim Perelman, que para inaugurar su carrera fílmica se avienta un peliculón de antología, que esperemos no sea debut y despedida.
Aunque pasó casi desapercibido en cartelera, el filme fue un éxito con la crítica y en las premiaciones: Kingsley obtuvo cinco nominaciones como Mejor Actor, una de ellas para el Oscar; Aghadashloo fue galardonada en cuatro premiaciones como Mejor Actriz de Reparto y fue nominada por la Academia en la misma categoría; mientras que Perelman fue ampliamente reconocido por la Asociación de Críticos de Cine de Chicago, el Independent Spirit Award y la National Board of Review, misma que consideró a La casa de arena y niebla entre las candidatas a Mejor Película.
Disponible ya en DVD, ésta es una excelente opción para disfrutar del buen cine y una oportunidad para recapacitar y ponernos al día con la Tesorería.
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Publicado originalmente en: La Crónica Cultural, no. 103 (19 feb. 2005), p. 14.
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