miércoles, 10 de agosto de 2011

ESTRÉS, CANSANCIO Y LOCURA


Session 9 (2001), dir. Brad Anderson

Quienes vieron El Maquinista (2004), saben que el cansancio extremo —en ese caso, producido por un insomnio de nada más un año—puede confundir a la gente, hacerla olvidar cosas, ver lo que no está ahí, crear monstruos. Pero esta película, protagonizada por un Christian Bale con 28 kilos menos, no fue la primera en la que Brad Anderson, joven maravilla del cine independiente (Next Stop Wonderland, 1998; Happy Accidents, 2000), se metió bien adentro en la psique del hombre común, agobiado por una carga extrema de fatiga y estrés. Años antes coescribió y dirigió Session 9.
Sin necesidad de pedirle nada prestado al cine de horror oriental, tan de moda en gringolandia, tierra de las libertades dudosas y los remakes de cajón, Anderson realizó una obra maestra valiéndose sólo de estupendos actores, una locación que es un personaje en sí, una historia originalísima y, por qué no, un ínfimo presupuesto.
La nómina actoral de Session 9 está compuesta por Stephen Gevedon (Mike), coguionista de la cinta, David Caruso (Phil), Peter Mullan (Gordon), Josh Lucas (Hank) y Brendan Sexton III (Jeff). Las caras que resultan más conocidas son las de Caruso, con un largo historial en el cine y la televisión, actualmente encabeza el grupo de investigadores forenses de la serie CSI Miami, y Mullan, a quien posiblemente recuerden como Swaney, alias “Madre superiora” (por aquello de su largo hábito) en Trainspotting (1996), que también ha trabajado bajo la batuta de Ken Loach (My Name is Joe, 1999) y Michael Winterbottom (The Claim, 2000), y dirigió The Magdalene Sisters (2003).
Tanto Caruso y Mullan como los otros miembros del reparto hacen un trabajo sensacional, pero tal vez quien carga con el mayor peso en la cinta es un sexto personaje: el Danvers State Hospital, escenario que aloja la acción. Construido en Danvers, Massachusetts, en 1871, llegó a alojar en sus buenos tiempos hasta 2,400 pacientes con distintas enfermedades mentales. Según cuentan en la propia película, el hospital fue cerrado en 1985 debido a un recorte presupuestal y a un escándalo judicial: gracias a una terapia de memoria regresiva, una chica “recordó” haber sido víctima de múltiples violaciones por parte de su padre y abuelo, inmiscuidos junto al resto de su familia en una especie de culto satánico, y entabló una demanda contra ellos; como parte del proceso, la chica fue examinada y se descubrió que era virgen. La familia contrademandó y las puertas del nosocomio cerraron.
Aunque deteriorada, la enorme mole gótica conserva todavía el equipo usado en los tratamientos para controlar a los pacientes, más cercanos a la cámara de tortura que al spa: tinas en las que podía disfrutarse un baño con agua helada, planchas donde se colocaba a quienes recibían electrochoques, sillas con tremendos cinchos para amarrar a los inquietitos, puntales de acero para las lobotomías. Todo esto, aunado al juego de luces y sombras que sólo puede obtenerse en un espacio abandonado después de mancillar el espíritu humano por poco más de un siglo, ayuda a crear una atmósfera tan pesada que puede percibirse sin problema del otro lado de la pantalla.
Caruso y Mullan, junto con los hombres que tienen a su mando, son contratados para dejar rechinando de limpio este lugar de ensueño para cirujanos nazis. Pero remover de pisos y paredes los restos más visibles del horror inflingido a innumerables internos no será tarea sencilla: el ambiente, de por sí sórdido y alucinante, se irá enrareciendo conforme el cansancio y el estrés se van apoderando del grupo. La presión por terminar el trabajo en un tiempo demasiado corto es muy grande, debido al jugoso bono que les fue ofrecido, los materiales con los que entran en contacto, entre ellos el asbesto, son altamente tóxicos, y los conflictos que cada uno carga a cuestas no ayudan: la situación familiar y económica de Gordon, padre reciente y vacilante, está lejos de ser óptima; Hank y Phil tienen enfrentamientos constantes, ya que el primero robó la novia al segundo, quien además empieza a desconfiar de la capacidad de liderazgo de Gordon debido a sus circunstancias; Jeff, sobrino de Gordon, tiene una severa fobia a la oscuridad, lo que no es precisamente conveniente en el lugar donde trabajan; Mike, con un brillante futuro en la abogacía de no haber desertado de los estudios, se obsesiona con el caso de una paciente con un trastorno de personalidad múltiple, al que sigue por medio de sus sesiones con el psicólogo grabadas en cintas. Cuando llega a la novena, todo se esclarece de la forma más oscura.
Sin título en español, pues nunca fue presentada en pantallas nacionales, puede encontrarse en DVD, aunque no de nuestra región (claro que si su TV tiene la función de Close captions o asistió regularmente a sus clases de inglés y computación, no tiene de qué preocuparse). El DVD contiene, además de un final alternativo (que por suerte no fue la elección definitiva), un excelente documental sobre la filmación de la película y sobre el tétrico lugar que la inspiró.
 

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Publicada originalmente en:  La Crónica Cultural, no. 106 (23 abr. 2005), p. 15.

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